jueves, 5 de noviembre de 2009

Comunicación es Organización

Resulta imposible imaginar una organización que se forje, crezca y desarrolle sin comunicación interna. Cada individuo, cada jefe, cada equipo y cada sector de la empresa necesitan de la comunicación para subsistir como del aire mismo. En un paradigma complejo, donde todas las partes de la organización están relacionadas, y los logros o fracasos de un compañero repercuten en todos los demás, resulta impracticable generar una división entre comunicación y organización.

En el comienzo una le debe la vida a la otra, ya que las organizaciones necesitan de una comunicación previa para comenzar a existir. En rigor, la comunicación emerge sola, como un deseo, como una proposición en forma de palabras. Si esa proposición es escuchada con interés y logra un eco positivo, se forja un diálogo. Es precisamente en la fecundidad de ese diálogo que puede nacer la organización: dos o más personas conversan para “organizarse” y crear un proyecto común. Se comunican para acordar, compartir y crear una organización. Y ya en esta instancia, comunicación y organización son indivisibles.

Una perspectiva biológica puede ayudarnos un poco más. En los tratados de administración moderna, varias instancias organizacionales suelen ser ilustradas con metáforas fisiológicas: ADN, homeóstasis, crecimiento, madurez, visión, corazón, músculo. En la misma línea nosotros solemos darle metáforas a la comunicación laboral. Ya en otros artículos -en los que desestimamos comparaciones mecanicistas- hemos mencionado que la comunicación interna no es aceite de un motor, sino sangre de un organismo. Pero antes de que exista la organización (organismo), antes de que tenga un cuerpo (corporación), la comunicación no sería sangre. En esa instancia previa, ¿qué sería? La Ontología del Lenguaje afirma que la palabra es generativa y creadora de realidades. Desde este aporte podríamos decir que, en la génesis de una organización, la palabra sería esperma. Porque el principio de la vida estaría en ella. Y siguiendo la misma metáfora, la escucha, la escucha receptiva, sería óvulo. De tal manera, en el diálogo activo, en la comunicación constructiva, se crearía algo único, un embrión, que ya no sería de uno ni de otro, sino de ambos. Por eso, cuando finalmente la organización nace, ya no es posible separarla o fragmentarla de la comunicación. A esa altura la indivisibilidad es categórica e irrefutable: comunicación es organización.

Manuel Tessi